Visitar Bruselas siempre puede ser una buena idea: gofres, preciosos monumentos, muchos parques y jardines, infinidad de museos y actividades culturales, las famosas patatas fritas…
Pero si por algo late el corazón de Bruselas es por ser el centro de Europa, una de las capitales de la Unión que alberga algunas de las más importantes instituciones de Europa. Y de entre todas ellas, el motivo de este artículo es el de poder acercarnos a una de las más importantes de todas bajo mi humilde punto de vista, la Casa de la Historia Europea.
Los europeos desde hace años, tratamos de vivir en amor y compañía, de compartir valores, de ayudar al desarrollo de los desfavorecidos, de defender la democracia y los derechos humanos.
El 9 de mayo de 1950, Schuman en su declaración, ya proponía una Europa unida para contribuir a la paz mundial. Pero si el resto de ciudadanos queremos que Europa esté unida, nos tenemos que enamorar de la idea de solidaridad, ayuda mútua, comprensión, integración, aceptación, hermandad, fuerza, autoestima, creación de símbolos y planes de futuro comunes, leyes únicas y objetivos concretos, organización y respeto, entre otras muchas más cosas.
Pero también debemos de saber que nada de todo eso sería posible sin comprender nuestras raíces. Los docentes, y yo soy uno de ellos, ahora tenemos la responsabilidad de transmitir a las nuevas generaciones el por qué, el cómo y el cuándo. Y eso no es posible sin saber de dónde venimos, cómo hemos llegado hasta aquí, porque aunque aún tengamos en la cabeza la referencia a la ninfa Europa, la bella y joven dama que fue secuestrada por Zeus, no hay nada más lejos de la realidad. Tenemos un bagaje, una historia común, unos lazos que nos han unido y separado al mismo tiempo, pero que forman parte de nuestra esencia, quedándonos con los aciertos y aprendiendo de nuestros errores para no volver a repetirlos. Y no siempre nos sale bien. Y no siempre somos capaces de consensuar una estrategia común. Pero nunca jamás debemos dejar de intentarlo si pretendemos que todo este proyecto llegue a buen puerto. Como defendía Bauman, Europa es aún una tarea inacabada que debemos completar. Y muchos europeos ilustres como S. Zweig u Ortega, dieron la vida por una Europa en paz. No les olvidemos y sigamos adelante en este proceso.
Profundizar en nuestras raíces, entender cómo hemos llegado hasta el siglo XXI, por qué usamos una moneda común, por qué podemos desplazarnos sin fronteras ni cortapisas… Todo eso y mucho más se nos presenta en la Casa de la Historia Europea.
Es un edificio que pertenece al Parlamento Europeo y que muestra una visión cronológica de la evolución reciente del proceso de creación de la UE y de la historia reciente del llamado viejo continente. Situada en el precioso edificio Eastman en el centro del parque Leopold, en el barrio europeo de Bruselas, la Casa de la Historia Europea es un punto de referencia imprescindible para los visitantes que quieran conocer y entender el concepto de Unión Europea. Es un museo accesible para todo el mundo, sin necesidad de ser un experto, con una amplia oferta de actividades para todas las edades, especialmente los niños, con audioguía en formato tablet muy completa, que explica todo paso por paso.
Pero al mismo tiempo es un museo que en su página web ofrece para docentes y personal especializado una amplia gama de recursos pedagógicos y material didáctico, disponible en todos los idiomas oficiales de los países miembros.
Ofrece una perspectiva múltiple de la historia europea y de la construcción de la UE. Yuxtapone varios elementos, plantea muchas cuestiones e interrogantes que trata de resolver, es muy visual y está repleto de elementos simbólicos, de piezas, estantes y rincones que son, en sí mismos, una metáfora o una alegoría de otros retos futuros que, como ciudadanos europeos, debemos acometer sin dilación, apoyándonos en nuestra historia reciente, que aborda desde un punto de vista cronológico. Todos los objetos han sido prestados por otros museos, lo que ofrece una multiperspectiva amplia de la realidad de los museos de toda Europa.
Son siete pisos con un nexo de unión muy interesante, muy simbólico y con mucho significado: el llamado vórtice de la Historia.
Obra del diseñador Boris Micka y fabricada por el equipo de diseño Todemuta en Sevilla, es una estructura metálica plateada de 25 metros de altura y ubicada en el atrio de las escaleras del museo. Se presenta como el hilo conductor, con ramificaciones en los seis pisos de la exposición, repleto de letras que se convierten en citas relevantes y comunes a nuestra historia e identidad, en todos los idiomas de la UE, que pretende hacer honor a su lema: “Unidos en la diversidad” Es una escultura que parte de lo orgánico, de lo vivo, que invade el espacio, suspendida en el aire. Realmente impresionante, te roba la atención en múltiples ocasiones según avanzas por el museo, especialmente al llegar a la parte más alta donde se contempla en todo su esplendor. El vórtice implica la necesidad de no olvidar jamás los horrores de antaño para no repetirlos.
En el primer piso de la exposición se trata sobre la configuración de Europa, comenzando por sus orígenes mitológicos y culturales.
En cuanto a sus límites geográficos se hace especial hincapié en mapas de varias épocas, físicos y presentados con un montaje visual muy acertado. Finalizamos este piso con una panel que trata de nuestra memoria compartida, repleto de objetos que nos unen, en positivo (la filosofía, la democracia, el estado de derecho, etc) pero también en negativo (la guerra, el terror, los totalitarismos, las fake news, etc.)
Al subir a la segunda planta, entramos en la narrativa de carácter cronológico, comenzando por la época de las revoluciones a finales del siglo XVIII y que nos llevaron a convertirnos en los dominadores del Mundo: grandes avances económicos, científicos, tecnológicos, geográficos y políticos sustentados en la esclavitud, la explotación de recurso propios y ajenos, la desigualdad social. De todos estos aspectos y de alguno más, podemos ver objetos muy significativos que ayudarán al visitante a comprender mejor el periodo y la evolución. Ese imperialismo europeo llegó a su apogeo a finales del siglo XIX. Un túnel metálico con muchos elementos que llaman la atención nos conducen a una sala cerrada, aislada, diferente: la sala de la primera mitad del siglo XX.
La ambición humana nos conduce al enfrentamiento, la supremacía territorial y racial, las guerras más atroces y destructivas de la Historia. El camino hacia el desastre aderezado por la destrucción y reconstrucción, por la desesperación que nos conduce al surgimiento de revoluciones que se convierten en totalitarismos radicales y a totalitarismos radicales que pretendían revolucionar Europa, imponiendo su voluntad por la fuerza de la sinrazón y la violencia. La exposición, más visual y con fuerte presencia de imágenes en vídeo y objetos de la época, entra en los terrenos de la Segunda Guerra Mundial y compara el estalinismo con el nazismo, pues se asemejan más que diferencian, especialmente en cuanto al objetivo común de destruir la democracia y someter al continente a su voluntad. Al abandonar la sala, se hace referencia espacial a la mayor barbaridad cometida por el género humano, el Holocausto, un motivo de vergüenza y al mismo tiempo un recordatorio perenne de aquello que debemos evitar.
En tercer y cuarto piso, el visitante ahonda en los primeros años de la posguerra y nos lleva de la mano hasta la actualidad.
La fuerte presencia de Estados Unidos de América y de la Unión Soviética en suelo europeo nos marca, nos ayuda a comprender que Europa ha dejado de ser el centro del mundo, para formar parte de la globalidad, en la que ya incluso, no consigue controlar su propio destino. Hay dos concepciones antagónicas del mundo entre las que Europa se divide y que provocarán especialmente dos consecuencias: el cambio de nuestra idiosincrasia así como la percepción de la necesidad de convertirnos en una unidad que se ayude mutuamente para poder competir en el mundo y seguir teniendo presencia y relevancia. Aquí surge el germen de la creación de la Unión Europea.
A través de imágenes y objetos asistimos a la reconstrucción de un continente devastado, hambriento, desesperanzado, horrorizado al descubrir la Shoá y sus consecuencias, que se ve en la necesidad de hacer justicia y ahondar en la memoria de las víctimas de la barbarie.
Cabe destacar un objeto, el abrigo de Josef, objeto con el que la Casa de la Historia Europea plantea una metodología visible thinking, de análisis tras la observación de un objeto simbólico y con mucha historia, convertido en obra de arte. Una gran propuesta pedagógica para aquellos docentes que se animen a visitar el museo en un futuro con su alumnado.
Otra gran experiencia pedagógica plantea el museo a costa de la aparición de una sección dedicada a los arquitectos de la integración europea (De Gasperi, Adenauer, Schuman, etc.) esas personas que tuvieron un sueño y pelearon convencidos por su consecución, basándose en los valores de la democracia y los derechos humanos. Se combinan sus bustos con objetos que narran una historia relacionada con su trayectoria vital e integradora. La propuesta metodológica cooperativa plantea una breve investigación sobre sus figuras, en una ficha con preguntas guiadas que posteriormente se comparte en gran grupo, para finalizar extrayendo conclusiones e incidiendo en su relevancia y aportaciones a la construcción común y los pasos que realizaron.
Las certezas que comenzaban a consolidarse se tambalean por culpa de la crisis económica y de valores.
En el quinto piso observamos el ocaso del comunismo, los problemas de dependencia energética, la preeminencia del bloque capitalista, que nos llevan a la última década del siglo XX.
Una nueva generación de jóvenes irrumpen en los 70 con ansias de cambio, de reformas democráticas y participativas, con ganas de avanzar más y mejor en el proyecto de sus predecesores. Caen las dictaduras que aún se sostenían en el sur de Europa y aparecen nuevos candidatos a pertenecer al Mercado Común. Pero antes deberán democratizarse. El resto de países avanza en el proceso. Los objetos que se nos muestran, de nuevo combinando imágenes y elementos mucho más significativos que extraordinarios (me llamó la atención especialmente el secafirmas del acta de Helsinki). Todo esto nos conduce al final de la Europa dominada por el yugo soviético, la unificación de Alemania y la incorporación de nuevos estados que a medio y largo plazo, muestran interés en engrosar los países miembros de la UE. Se suceden los hitos de la integración: el espacio Schengen, la aparición de la moneda común, las nuevas instituciones y cuerpo legal unificado, el intento de aprobación de una constitución comunitaria. A través de curiosas fotografías que forman parte de la historia común de integración, como la foto del monumento al ejército rojo en Sofía pintado con iconos de la cultura pop, nos cuestionamos la necesidad de la recuperación de la memoria compartida en una Europa dividida.
Y llegamos al sexto piso, dónde nos asomamos a la Europa de hoy, con sus logros y sus retos, con sus problemas y soluciones, con rémoras que superar y proyectos de futuro.
¿Qué es Europa hoy?
Esa es la cuestión en la que trata de profundizar esta última planta, más diáfana y minimalista. Un despliegue visual de imágenes en el techo en un amplio espacio circular incide en los grandes retos y los graves problemas que tenemos que superar juntos, tales como las crisis económicas que nos angustian, las presiones migratorias y sus desastres en el mar que nos estremecen, el cambio climático que nos afecta, el terrorismo que nos golpea… Como ejemplo, un objeto que hace referencia al Brexit llama mucho la atención: la bandera de Gran Bretaña, primer país que abandona voluntariamente la UE. Una bandera que aguarda plegada en una caja tras su retirada del mástil del exterior del edificio del Comité de las Regiones en Bruselas. De esa caja roja emana aún un espíritu de añoranza, que desea que en algún momento se cumpla una vez más la antiquísima parábola del hijo pródigo.
Pero también se hace referencia con algunos objetos y elementos a las amenazas bélicas que nos asolan (Ucrania) o han asolado (Kosovo), a esa amenaza invisible de la pandemia del COVID-19 que recientemente nos arrebató la salud y parte de nuestra libertad. Aunque en esta ocasión ha resurgido la esperanza de seguir caminando juntos impulsada por la solidaridad entre las regiones europeas con un programa conjunto de recuperación ambicioso y que poco a poco se está llevando a cabo.
Y en la séptima, un despliegue de recursos audiovisuales de última generación nos transportan por toda Europa desde los cielos para poder apreciar las huellas humanas sobre el territorio.
Del mismo modo, a través del acceso a webcams podemos apreciar diversos paisajes en tiempo real y su patrimonio cultural y artístico. Para finalizar, un recurso interesante al que me pienso sumar con mi alumnado a la mayor brevedad posible. La Casa de Historia de Europa propone en este proyecto la elaboración conjunta de una línea del tiempo común preñada de testimonios personales. Todo el mundo puede aportar el suyo propio, convirtiendo esta iniciativa en una rica pieza de nuestro patrimonio y de nuestra memoria, que nos enriquece como grupo y como personas, que nos enseña y nos ayuda a no olvidar nuestras gentes, nuestras lenguas, costumbres y cultura.
En conclusión, la visita a la Casa de la Historia Europea me ha dejado un grato sabor de boca. Y lo ha hecho por varias razones.
En primer lugar, creo que es un museo necesario para la ciudadanía europea y para tomar conciencia de la misma. En segundo lugar, porque ponen a disposición del docente un material de gran calidad, contrastado y que puede ser muy útil en mis futuras clases, realizado por personal cualificado y por profesionales de alta implicación y formación. Y en tercer lugar porque la multiperspectiva de la exposición la hace mucho más rica y te permite poder enfocar desde varios puntos de vista temas, momentos y situaciones que nos afectan o han afectado. Recomiendo por tanto a todos los docentes, pero también a los no docentes, una visita a la Casa o un acercamiento a la web y al material educativo. Porque la educación es algo más que la transmisión de conocimientos. Más bien, tener la conciencia de otras vidas y otras historias. En la Casa de la Historia Europea, lo podemos intentar lograr.